top of page

Tiempo para pensar: ¿la sostenibilidad financiera como destino o como camino?

Participé como mentora en modelos de sostenibilidad en dos proyectos distintos con Pulso y FANLAP, con el desafío de acompañarlos a encontrar un producto o servicio que les permitiera generar ingresos propios y, de esa forma, asegurar su sostenibilidad financiera a largo plazo.


Las mentorías de Kubadili se diferencian de una capacitación porque los protagonistas son las organizaciones. Nosotros, como mentores, buscamos generar las condiciones para potenciar las capacidades con las que ellos ya cuentan. Ellos son participantes activos, no pasivos: deciden qué problemática abordar, cuáles son los desafíos y deben ejecutar los experimentos que quieren realizar, entre otros aspectos.


Lo primero que hicimos fue plantearnos el objetivo de la mentoría: ¿Qué queremos alcanzar? ¿Cómo sabremos que lo hemos alcanzado? Buscamos que esos objetivos sean concretos, que inviten a la acción y que sean medibles para entender cuáles son los resultados clave para medir si tuvimos éxito o no.


Luego nos planteamos el desafío, que nos marca el norte. Tiene que ser una meta clara y concreta, que nos motive y genere esa tensión creativa. Una vez definida nuestra meta, comenzamos una etapa que denominamos discovery (descubrimiento). Buscamos identificar primero cuáles son nuestros públicos clave y cuáles son esos dolores y necesidades que ellos podrían tener, para así poder diseñar una propuesta de valor acorde a ellos.


¿Qué tengo yo para ofrecer que alguien estaría dispuesto a pagar? ¿Qué producto o servicio puedo desarrollar para suplir esa necesidad?


Para eso necesitamos pensar ideas: muchas, grandes y pequeñas. Luego las priorizamos entendiendo su complejidad y su impacto. A partir de este momento es donde empieza la acción. Necesitamos validar esa idea de forma rápida y sin mayor esfuerzo: si nos vamos a equivocar, que sea rápido y sin haber invertido mucho. Por eso, denominamos experimentos a esta forma de obtener resultados inmediatos para poder seguir “iterando” o “probando”; esto es el corazón de las metodologías ágiles.


Fue gratificante observar cómo la metodología no solo ayudaba a profundizar en el entendimiento de cada organización, sino también a fomentar preguntas difíciles, generar diálogo y construir acuerdos entre distintas áreas. La tentación de abordar otros temas, como la gestión interna, el propósito organizacional o la distribución de recursos, era constante. En nuestras sesiones surgieron reflexiones fundamentales:

  • ¿Qué tan claro está el propósito de la organización?

  • ¿Cómo se están gestionando los recursos humanos y los proyectos?


Estas preguntas me llevaron a cuestionar hasta qué punto factores aparentemente “indirectos” —como una gestión ineficiente o un propósito poco definido— impactan en la sostenibilidad. El objetivo es encontrar un producto o servicio específico que permita generar ingresos propios, pero con el tiempo podemos detectar qué riesgos podrían comprometer la sostenibilidad a largo plazo. ¿Si no tengo claro mi propósito, cómo sé cuál es mi propuesta de valor?


Ahí está el desafío como mentor: hacer las preguntas adecuadas, marcar el norte y el ritmo, y acompañar estos procesos que incomodan, que movilizan, pero que tienen como objetivo que la organización explote todo su potencial, poniendo el foco al objetivo que desea lograr.


Algo que rescato de la retroalimentación recibida es que las organizaciones valoraron: “Este espacio nos regala TIEMPO, tiempo para pensar y reflexionar sobre nuestra organización, que tal vez nos es difícil hacerlo en la vorágine del día a día”.


Y creo que, solo por eso, ya damos un paso importante hacia la sostenibilidad financiera.


Comments


bottom of page